Mi conciencia histórica/política comienza con dos recuerdos de mi infancia que se me quedaron grabados para siempre :
1- En algún año, quizás fácil de rastrear, Francia estaba haciendo ensayos nucleares en el atolón de Mururoa. Por todo el mundo se hicieron manifestaciones masivas. En santiago se juntó muchísima gente, probablemente en plaza italia, manifestandose de diversas formas. El recuerdo exacto que me quedó en la memoria fue el minuto de silencio que se hizo, con los autos tocando bocinazos y conmigo en piyama frente a la tele desde mi casa.
2-Una vez para algún partido de Colocolo, hubieron enfrentamientos entre la barra y los pacos. En una de esas peleas unos hinchas le pegaron a un paco hasta que quedó inconciente. El recuerdo exacto que se quedó para siempre en mi cabeza fue como uno de ellos le pegó una patada en el suelo, directamente a la cabeza. Se me revolvió la guata y senti muchísima pena.
Conclusiones, ninguna, solo puedo ver cosas en comun: Ambos momentos los vivi por television. ambos momentos aparecieron como momentos de claridad pristina en lo que algo se quebro y nacio en mi interior. Desde esos momentos supe que hay ciertas cosas que nunca se pueden aceptar, ni justificar.
Pd. más botado que mi blog...
domingo, 4 de diciembre de 2011
Recorde de repente...
miércoles, 26 de enero de 2011
1-3-2-4 (diario de un día)
Aveces pasa que uno ve algo que se quiere comprar hace mucho tiempo, pero por el precio y las circunstancias no se decide a comprarlo y luego de varias semanas, quizás un mes, lo vuelve a encontrar, a la mitad del precio, la misma edición, también nuevo, el mismo libro que leí hace siete años y que hace solo dos que se puede encontrar en librerías. La raja.
Pasé por el mismo camino que hago cada día con solo una hora de diferencia, una hora más temprano. Adosada a la peluquería que la muchacha pelirroja se sentía tan tentada por entrar, y que nunca entró, encontré una tienda de ropa para gente joven. ME acerqué a mirar, sin fijarme demasiado en los detalles, identifiqué la división que separaba la ropa de hombre de la de mujer. Como siempre las poleras eran bonitas en corte y colores pero estaban irremediablemente arruinadas con logos o palabras. Le pregunté al caballero que estaba sentado hojeando un diario y cuyo desinterés absoluto por la ropa y el resto de cosas dentro de la peluqería delataban que era el dueño por los precios en promedio de los pantalones. Me respondio algunos precios. Establecí el promedio. Le pregunté si es que la tienda era nueva y replicó que si, que solo estaba ahí desde hace tres o cuatro meses. Me retiro sin dar muestras de asombro. Hace tres o cuatro meses que paso por la misma calle, en la mañana y en la noche, incluso en la tarde, y nunca, desde la fecha supuesta de este cambio, noté que estaba ahí.
No se porqué o basado en qué me sentí decepcionado cuando el que atendía el puesti de frutas me pesó el kilo de paltas que le pedí, puso las más pequeñas y de peor aspecto. Incluso exagero al describirlas así, pero en ese minuto me dije que no le iba a comprar de nuevo, como si una simple transacción palta-dinero pudiese cimentar una relación casero-feriante. Por otro lado, los dueños del café en el que trabajo piensan que si, o que se puede simular esa relación y obtener la fidelidad del cliente que les pague (pagó) sus casas en la playa. Ese feriante no sabe nada de negocios, y yo soy un ingenuo.
Miro la hora y me fijo que logré un adelanto de una setenta y cinco minutos comparado con la hora habitual a la que llego a mi casa. Camino indeciso ya que no hay [tanta] necesidad de apurarme. Frente a una casa, una muchacha de 11-12 años, va entrando a su casa desde el jardín, y me percato que, bajo un árbol, hay un perro amarrado con poquísimo espacio para moverse (ya que la cuerda está enroscada a una rama). Lo miro y pienso en lo penca que es la gente, lo mal que tratan a sus mascotas, en lo que me dijo mi amigo con el que hablé en ahumada con huerfanos, donde se encontraba tratando de encontrar "dueños" para animales abandonados. Algunas personas se le acercaban a mirar los gatos/perros que tenían, algunos preguntaban si no tenía de otro tamaño o color, algunos preguntaban donde se podía ir a "botar" perritos, y otros más elegantes donde se podían ir a "depositar". Pienso por un segundo [toda la rumia anterior no califica de pensamiento] y me doy cuenta de que lo menos que puedo hacer es escribirle una nota a los dueños de la casa. Pienso denuevo en las complicaciones, la mochila pesada, tendría que sacar todo para ubicar la croquera, pienso por segunda vez, le arranco la hoja inútil inicial a mi libro nuevo, tomo un lapiz de mi banano y escribo.
Miro la hora. Llego una hora y diez minutos antes de lo normal a mi casa. Me como un durazno. Y luego otro.
sábado, 30 de octubre de 2010
¡Oh suma libertad de Dios padre, oh suma y admirable suerte del hombre al cual le ha sido concedido el obtener lo que desee, ser lo que quiera!
Las bestias en el momento mismo en que nacen, sacan consigo del vientre materno, como dice Lucilio, todo lo que tendrán después. Los espíritus superiores, desde un principio o poco después, fueron lo que serán eternamente. Al hombre, desde su nacimiento, el padre le confirió gérmenes de toda especie y gérmenes de toda vida. Y según como cada hombre los haya cultivado, madurarán en él y le darán sus frutos. Y si fueran vegetales, será planta; si sensibles, será bestia; si racionales, se elevará a animal celeste; si intelectuales, será ángel o hijo de Dios, y, si no contento con la suerte de ninguna criatura, se repliega en el centro de su unidad, transformando en un espíritu a solas con Dios en la solitaria oscuridad del Padre, él, que fue colocado sobre todas las cosas, las sobrepujará a todas.
¿Quién no admirará a este camaleón nuestro? O, más bien, ¿quién admirará más cualquier otra cosa? No se equivoca Asclepio el Ateniense, en razón del aspecto cambiante y en razón de una naturaleza que se transforma hasta a sí misma, cuando dice que en los misterios el hombre era simbolizado por Proteo. De aquí las metamorfosis celebradas por los hebreos y por los pitagóricos. También la más secreta teología hebraica, en efecto, transforma a Henoch ya en aquel ángel de la divinidad, llamado "malakhha-shekhinah", ya, según otros en otros espíritus divinos. Y los pitagóricos transforman a los malvados en bestias y, de dar fe a Empédocles, hasta en plantas. A imitación de lo cual solía repetir Mahoma y con razón: "Quien se aleja de la ley divina acaba por volverse una bestia". No es, en efecto, la corteza lo que hace la planta, sino su naturaleza sorda e insensible; no es el cuero lo que hace la bestia de labor, sino el alma bruta y sensual; ni la forma circular del cielo, sino la recta razón, ni la separación del cuerpo hace el ángel, sino la inteligencia espiritual.
Por ello, si ves a alguno entregado al vientre arrastrarse por el suelo como una serpiente no es hombre ése que ves, sino planta. Si hay alguien esclavo de los sentidos, cegado como por Calipso por vanos espejismos de la fantasía y cebado por sensuales halagos, no es un hombre lo que ves, sino una bestia. Si hay un filósofo que con recta razón discierne todas las cosas, venéralo: es animal celeste, no terreno. Si hay un puro con templador ignorante del cuerpo, adentrado por completo en las honduras de la mente, éste no es un animal terreno ni tampoco celeste: es un espíritu más augusto, revestido de carne humana.
¿Quién, pues, no admirará al hombre? A ese hombre que no erradamente en los sagrados textos mosaicos y cristianos es designado ya con el nombre de todo ser de carne, ya con el de toda criatura, precisamente porque se forja, modela y transforma a sí mismo según el aspecto de todo ser y su ingenio según la naturaleza de toda criatura.
Por esta razón el persa Euanthes, allí donde expone la teología caldea, escribe: "El hombre no tiene una propia imagen nativa, sino muchas extrañas y adventicias". De aquí el dicho caldeo: "Enosh hushinnujim vekammah tebhaoth baal haj", esto es, el hombre es animal de naturaleza varia, multiforme y cambiante.
Pero ¿a qué destacar todo esto? Para que comprendamos, desde el momento que hemos nacido en la condición de ser lo que queramos, que nuestro deber es cuidar de todo esto: que no se diga de nosotros que, siendo en grado tan alto, no nos hemos dado cuenta de habernos vuelto semejantes a los brutos y a las estúpidas bestias de labor.
Mejor que se repita acerca de nosotros el dicho del profeta Asaf: “Ustedes son dioses, hijos todos del Altísimo”. De modo que, abusando de la indulgentísima liberalidad del Padre, no volvamos nociva en vez de salubre esa libre elección que Él nos ha concedido. Invada nuestro ánimo una sacra ambición de no saciarnos con las cosas mediocres, sino de anhelar las más altas, de esforzamos por alcanzarlas con todas nuestras energías, dado que, con quererlo, podremos.
Desdeñemos las cosas terrenas, despreciemos las astrales y, abandonando todo lo mundano, volemos a la sede ultra mundana, cerca del pináculo de Dios. Allí, como enseñan los sacros misterios, los Serafines, los Querubines y los Tronos ocupan los primeros puestos. También de éstos emulemos la dignidad y la gloria, incapaces ahora desistir e intolerantes de los segundos puestos. Con quererlo, no seremos inferiores a ellos. Pero ¿de qué modo? ¿Cómo procederemos? Observemos cómo obran y cómo viven su vida.
Si nosotros también la vivimos (y podemos hacerlo), habremos igualado ya su suerte. Arde el Serafín con el fuego del amor; fulge el Querubín con el esplendor de la inteligencia; está el trono en la solidez del discernimiento. Por lo tanto, si, aunque entregados a la vida activa, asumimos el cuidado de las cosas inferiores con recto discernimiento, nos afirmaremos con la solidez estable de los Tronos. Si, libres de la acción, nos absorbemos en el ocio de la contemplación, meditando en la obra al Hacedor y en el Hacedor la obra, resplandeceremos rodeados de querubínica luz. Si ardemos sólo por el amor del Hacedor de ese fuego que todo lo consume, de inmediato nos inflamaremos en aspecto seráfico.
Sobre el Trono, vale decir, sobre el justo juez, está Dios, juez de los siglos. Por encima del Querubín, esto es, por encima del contemplante, vuela Dios que, como incubándolo, lo calienta. El espíritu del Señor, en efecto, "se mueve sobre las aguas". Esas aguas, digo, que están sobre los cielos y que, como está escrito en Job, alaban a Dios con himnos antelucanos. El seráfico, esto es, amante, está en Dios y Dios está en él: Dios y él son uno solo.
Grande es la potestad de los Tronos y la alcanzaremos con el juicio; suma es la sublimidad de los Serafines y la alcanzaremos con el amor."
PICO DE LA MIRANDOLA, De la dignidad del hombre
viernes, 29 de octubre de 2010
lunes, 18 de octubre de 2010
Al Magut, Muhammad (Salamiyed,Siria 1934 - 2006)
Poesía, inmortal cadáver, me aburres.
Líbano arde,
Brinca cual yegua herida al borde del desierto
Mientras yo busco a una chica robusta
Para rozarla en el autobús,
A un hombre de rasgos árabes
Para derribarlo en cualquier sitio.
Mi país se desploma,
Tiembla desnudo cual cachorro de león
Mientras yo busco un rincón retirado
Y a una aldeana desesperada para seducirla.
Diosa de la poesía
Que penetras en mi corazón cual cuchillo
Cuando pienso que compongo poemas
A una chica desconocida,
A un país mudo
Que come y duerme con cualquiera.
Puedo reírme hasta que la sangre
Fluya por mis labios.
Yo soy la flor letal,
El águila que golpea a su presa sin piedad.
Árabes,
Montañas de harina y placer,
Campos de balas ciegas,
¿queréis un poema sobre Palestina,
sobre conquista y sangre?
Yo soy un hombre extraño:
Tengo el pecho de lluvia
Y en mis ojos ausentes
Hay cuatro naciones heridas buscando su muerte.
Estaba hambriento,
Escuchando la triste música
Y dando vueltas en la cama cual gusano de seda
Cuando saltó la primera chispa.
Desierto: tú mientes.
¿Para quién es esta muerte púrpura
y la flor recogida bajo el puente?
¿Para quiénes son estas tumbas
inclinadas bajo las estrellas,
esta arena que nos das
cada año cual cárcel o poema?
Ayer regresó este héroe de labios delgados
Acompañado por el viento, los tristes cañones
Y su larga lanza brillando cual puñales desnudos.
Dadle un anciano o una prostituta,
Dadle estas estrellas y las arenas judías.
Allí
En medio de la frente
Donde cientos de palabras agonizan
Quiero la bala de gracia.
Hermanos,
He olvidado vuestros rasgos,
Aquellos seductores ojos.
¡Dios mío!
Cuatro continentes heridos en mi pecho.
Creía que conquistaría el mundo
Con mis ojos azules y mi mirada poética.
Líbano: mujer blanca bajo el agua,
Montañas de pechos y garras.
Grita, mudo,
Alza los brazos
Hasta que estallen las axilas
Y sígueme.
Yo soy el barco vacío,
El viento cubierto de campanas.
Sobre los rostros de las madres y los cautivos,
Sobre los versos y metros decadentes
Verteré fuentes de miel,
Escribiré sobre árboles o zapatos,
Rosas o muchachos.
Aléjate, desgracia,
Bello muchacho encorvado.
Mis dedos son largos cual agujas
Y mis ojos son dos héroes heridos.
Desde hoy no habrá versos.
Cuando te derriben, Líbano,
Y se acaben las noches de poesía y frivolidad
Dispararé la bala en mi garganta.
Traducido del árabe por: María Luisa Prieto