(...)
Por otra parte, el arte tiene en común con la religión el que ambas aspiran a la convivencia con lo Absoluto. Digo convivencia, y no comprensión, intelección o explicación, porque para Tarkovski arte y religión son actividades metarracionales en sentido estricto, es decir: no contrarias a la razón (irracionales), ni ajenas a la razón (arracionales), sino que superan a la razón, cuando ésta ha agotado todo lo que tenía que decir. En toda biografía, según Tarkovski, la progresión en sentido artístico o en sentido religioso, la hace el hombre sin ayuda de las certezas que le pueden proporcionar su capacidad de razonar, su capacidad de deducir.
Tarkovski, sin embargo, iba más lejos que ellos, porque para él la fe no era sólo la sabia que mantendría unidos los elementos individuales, las relaciones de metáfora por las que los elementos dispares quedan asociados en la imagen artística, sino que el todo del arte, la obra de arte entendida en su conjunto tanto como la actividad misma del artista en el proceso de creación, ha de estar construida sobre la base de una fe en sentido no poético, sino ético: la creación artística ha de proceder de una elección moral, que se sustenta sobre convicciones éticas metarracionales, de consecuencias incalculables.
La imagen más bella de esta idea de Tarkovski la encontramos probablemente en el detalle de la Adoración de los Magos, obra de Leonardo da Vinci, con que Andréi abre su última película, Sacrificio. Como el ofrecimiento de un objeto valioso que uno de los Reyes hace a Jesús Niño, así el arte es también un regalo que se realiza con generosidad (no hay regalo sin sacrificio) en la convicción, nunca estrictamente racional, ni mercantilista ni enteramente garantizada ni tampoco comprobable, de que ese regalo es la expresión del cariño, del afecto, de la veneración, por parte del que hace el regalo, y sello o icono del afecto y de la gratitud con que se espera o se cree ser correspondido.
Es bajo este aspecto moral como el arte está más emparentado con la religión, según Tarkovski. Como el hombre religioso tiene que someterse a la ascesis, al sacrificio de los propios intereses egoístas para entrar en comunicación con lo divino, así también el artista tiene que entregarse y perder su propia identidad y sacrificar el logro de sus intereses, si quiere que su obra se cargue de sentido, de relación con lo Absoluto y produzca por ello consecuencias duraderas sobre los espectadores.
(...)
"El cine y el poder transformador de la belleza" Una convicción esencial de Andréi Tarkovski, conferencia pronunciada por Rafael Llano en la universidad de Zaragoza (España), el 10 de noviembre de 2003, con ocasión de las jornadas de presentación de su libro Andréi Tarkovski. Vida y obra (Filmoteca de Valencia, 2003).
3 comentarios:
eso eso eso!
esa necesidad del artista de renunciar a su identidad -que a primera vista suena bien desalentador por la mala costumbre de "deber" diferenciarnos en vez de fusionarnos con el todo -me recuerda la trascendencia del ego de la q habla Ken Wilber (creo q es él o algún otro señor transpersonal).cada vez parece más difícil el camino...pero no imposible! como todo, exige trabajo y dedicación
besooooooooooo
interesante, hoy en historia algo habló el profe martinez del asunto asi que me pusé a pensar y era algo así:
está el pop o la artesanía, aquí la autoría se difumina en la ejecución de moldes preestablecidos que cuando es exitosa permite la ilusión de ausensia de individualidad y además el servicio de la pieza, la hace útil.
Están las piezas que se realizan por o para interpretes exitosos, ellas son realizadas hacia la adoración de estos interpretes, tb siguen moldes los cuales a su vez son enriquecidos en directa relacion con las peculiaridades del intrprete a idolatrar.
y están lsa piezas de arte que están hechas para su contemplación por si misma, en estas el autor tb debe disolverse u ocultarse en pos del entendimiento de la pieza la cuál a su vez debe disolverse en pos del entendimiento del mensaje o de la añoranza que refleja esta pieza.
algo así, no?
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