lunes, 1 de marzo de 2010

La Tierra no se está quejando, no se está vengando...

La tierra no se está quejando, la tierra no se está vengando de lo que le hacemos. La tierra es la mejor maestra que existe, de ella hemos aprendido absolutamente todo lo que sabemos. Esta es una lección muy dolorosa, una lección terrible, pero una lección al fin. No solo hemos tenido que vivir con menos electricidad de la que habitualmente despilfarramos, también hemos tenido que resistir las noches expuestos, hemos tenido que entregarnos al miedo de las constantes réplicas, al miedo de que algún desalmado aproveche la vulnerabilidad de los hogares destruidos para robar; hemos tenido que sufrir las muertes de seres queridos, contemplar en silencio y con resignación como lo que con años de esfuerzo y trabajo, con honestidad muchos chilenos habían construido. Es una lección terrible el que muchos tengan que pasar hambre, sed y frio, pero quizás sea una de las mejores lecciones que aprender. Porque con estas catástrofes, las verdades sociales son ciertas también en el interior del ser humano: así como los pobres que pierden sus pocas pertenencias pasan a ser aún más pobres, y así como aquellos comerciantes que especulan y se aprovechan de la situación y el sufrimiento de sus clientes se harán aún más ricos, también moralmente las diferencias serán más grandes. Los pobres de espíritu se harán más pobres al elevar la codicia más alto que la solidaridad , los indiferentes verán a sus semejantes sufrir las más absolutas carencias y se degradarán no solo por no actuar, si no que más bien por no sentir. Y aquellos receptivos seres, que aún si sus circunstancias o patrones les impidan tomar una acción concreta de ayuda para los más dañados, se verán enriquecidos en compasión si es que al menos son capaces de conectarse en su interior con el sufrimiento y también con la esperanza de todos aquellos que a pesar de perder sus pertenencias y seres queridos, aún les quedan fuerzas para extender la mano al anciano o al enfermo que no puede por sí solo escapar de los techos que amenazan con derrumbarse a la más leve réplica. Es una lección muy dura, pero si ponemos atención a nuestra madre, podremos ver que cuando se apagan las luces, nos queda el silencio, que cuando caen las paredes somos libres y cuando tenemos frio, nos tenemos unos a otros para abrazarnos y abrigarnos.

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