domingo, 24 de agosto de 2008

Séptimo día

 
Los perritos se alegran porque los sacan a pasear y pueden olfatearse tranquilos, descubriendo en las pieles de sus amigos las huellas de toda la semana, salvo claro por el perrito pituco cuyos padres bañaron. Él no tiene historia semanal que contar, pero luce orgulloso una piel nueva, un cabello radiante por el que puedes pasar los dedos, o garras
Los niños en las plazas comparan sus ombligos, las ancianas ríen a carcajadas contando las maldades de sus nietos y prometen juntarse (ahora si) a jugar briscas
Los niños pequeños corren tras pelotas, los más grandes corren tras las faldas y las niñas sonrojadas arrancan sin prisa con la secreta esperanza de ser atrapadas
Los abuelos se rien jugando dominó, fantaseando con amores juveniles, inventan finales alternativos; se exculpan y comprenden mientras beben mate amargo
Los hombres y las mujeres se miran largamente, redescubren en el otro los ojos del mundo, sus propios ojos y los de sus hijos. Juntan sus cabezas respirando el aroma mutuo, hundiendo el rostro en el pecho y apretandose en un abrazo fuera del tiempo.

Los domingos nos despiertan, nos devuelven a la vida
nos rescatan de la semana y del olvido

2 comentarios:

ara! dijo...

amo este domingo!
voy para allá
besotes

Anónimo dijo...

Es verdad, es un cuadro dominical, no se si típico de mi familia, per si uno que me gustaría experimentar.
Es como en las películas románticas, en la vida de otros, en los reflejos de lo que nos gustaría llegar a ser.
Me lo imagino en un gran parque, rodeada de bellos árboles que se mueven al ritmo del viento, meciendo sus ramas, sus hojas, suavemente y colandose por ellas los reflejos del sol, que alumbra la cara y que con tenue calor nos abraza en estos fríos días que están por teminar.
Besos y nos vemos :)