martes, 6 de mayo de 2008

La ciudad cada vez más pesada apagaba sus luces una a una
estabamos cansados, adormecidos de tanto andar
caminabamos casi sin darnos cuenta, automáticamente
lo habiamos hecho todo el día, ya no sabíamos cómo parar.
Sin notarlo caminamos por la ribera siguiendo el curso del rio
hasta que las calles olvidaron su nombre
el sur y el norte se miraron largamente sin reconocerse.

Quisiste volver, yo solo te seguía
doblamos una esquina, sin pensar en cosa alguna
desde el rabillo del ojo apareció un ave de presa
nos sorprendieron sus plumas negras cubiertas de polvo
Soltaste mi mano y escapaste, casi me olvidaste al hacerlo
yo me quedé quieto, inmóvil, ingrávido
él me miraba desde el vacío de sus cuencas, dos manchas
sostuve su mirada con firmeza, mas sin rabia
el ave dió media vuelta y emprendió el vuelo

Corrí siete pasos hasta alcanzarte, te tomé del brazo
al principio no me reconociste,
exhalaste profundamente y sonreiste

caminamos un par de cuadras, todo volvía a la normalidad
mientras caminasemos Roma seguiría siendo Roma

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