martes, 29 de abril de 2008

Nada hay tan exquisito como actuar irresponsablemente, como si no conociéramos las consecuencias de nuestros actos, como si nada existiese más allá de nuestra mezquina mirada. Por eso nos empeñamos en comportarnos como infantes, como si no midiésemos los efectos de nuestras decisiones, como si por el solo hecho de no quererlo o de hacer la vista gorda nadie fuese a salir lastimado. Nos empeñamos en actuar como niños, o como idiotas en fin en mantener a toda costa la divina inmadurez en que todo se perdona, que todo lo justifica. No soy una mala persona, solo soy inmaduro, no quise dañarte es solo que no medí mis actos. Por Dios, cuánto quisiera creer en ello. Pero tarde o temprano se llega a un punto en que ya no se puede. Pero me resisto, invento estratagemas, una catedral gótica de argumentaciones tendientes al porqué estoy libre de culpa, porqué -contrario a toda la evidencia- sigo siendo bueno y no merezco el desprecio y repudio público. Y voy más lejos, en el fondo tanta divagación, tanta autoindulgencia y tanta justificación termina por minar el más básico sentido ético, los límites se desdibujan y la diferencia entre lo bueno y lo malo se diluye. Pero uno no es tonto, para nada, y eso lejos de ser una ayuda termina siendo justamente la tumba, o al menos la pala con que la cavamos. Es bastante simple, mis emociones tan dormidas por la constante búsqueda de gratificación narcisista ya no saben reconocer lo que la mente llama bueno (deseable) de lo que se siente (y sabe) como lo bueno. La mente sabes juzgar, diferencia perfectamente entre colores, formas deseables y aromas embriagantes; divide al mundo en dos, lo que deseo y lo que no. Ahora que lo deseable prácticamente es todo, no por su cantidad enormemente superior al resto, es solo que ante la predominancia o al imperio que ejerce lo deseable sobre los sentidos, el resto poco a poco tiende a hablarnos cada vez más bajo, nos susurra desde las sombras hasta perder fuerza y desaparecer. Entonces nos quedamos solos con un corazón hedonista frente a un mundo como una promesa, mil promesas constantemente cambiantes, chispeantes, algo nuevo para cada día de la semana, sabores placenteros que te harán olvidar el dolor, colores chillones que aplacarán por completo el sopor del diario vivir, el sopor de una vida durmiente que transcurre desde la distancia del no involucrarse, de relaciones cortas y tormentosas en que a cada segundo nos jugamos la vida (generalmente del otro) y en fin, el sopor que causa el estruendoso paisaje con que bombardeamos nuestros sentidos, fieles sirvientes que día tras día agasajan nuestro enorme ego, lleno de gula, insaciable y mórbido. Un ego como un motor que reemplazando al corazón nos da nuevas metas para vivir, pero no un motivo. Un ego monstruoso que constantemente genera nuevos objetos de deseo o de consumo (hombres, mujeres y niños) que encantados sacrificamos en su honor. Laureado seas Ego mío, consuelo de mi alma, refugio de mis noches. Placificado seas Ego mío, en el nombre del sexo, la gula y la ambición. Amén.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Carpe Diem

ÁlvaroHerrera dijo...

au contraire

Anónimo dijo...

interesante el como pretendemos desligarnos de todo, de ser irresponsablemente responsables, tal vez niños, tal vez adultos con sueños aun. no se, aveces lo que pretendemos es junto lo equivocado y que pasa ahi? que pasa cuando te equivocas y pensabas que es lo correcto?... jaja, actuar con imprudencia, sin diferenciar el bien y el mal, y por sobretodo creernos buenos , complejo... aveces hay un grillo que lo anuncia por las noches...


me gustó tu escrito, he pasado por tu blog ya unas cuantas veces, pero hoy me animo a comentar un relato, me trasladan un poco a un viejo mundo que ya no se usa mucho, creo que le llamaban "imaginación" jajaja, si te preguntas como llegué a tu blog, pues Absalon me lo mostró y me encantó como escribes. bueno esto se ha hecho largo, no quiero incomodar con el comentario, pero siempre es bueno leer de aquellos que aun concervan la vieja tecnica de la imaginación y la crítica.

saludos.
Mary

Da. dijo...

Quizá todos queremos eso porque no podemos cargar con las culpas, pero como te lo dije antes: Uno no es tonto y sabe qué hace y con quién lo hace, no? La clave está en la segunda parte.Saludos ñoño.