miércoles, 2 de abril de 2008

Oh pobre e invisible hijo mio,
descascaran tu voz a cada paso, a cada luna.
Contaste uno a uno los granos en la playa sólo
para encontrar cenizas entre tus manos.
Buceaste en el estanque de la ira y viste
cara a cara la faz de la bestia reflejada
tanto en el fondo como en la superficie de tus miedos.
De tus miedos que ya no quedan,
ni temblores ni sudores, ni infantil ansiedad.

Oh pobre y desconsolado, gastado hijo mio
¿Dónde llegarán tus pasos luego de tanto viajar?
Las nubes se disipan ante tu veloz vuelo,
las estrellas espantadas como moscas, se alejan al verte.
Pensaste que habias cortado tus cadenas sin si quiera notar que
a modo de cola aún las llevas colgando de tu cintura.

Tanto tiempo de contención, de sacrificio inmisericode
de clamar contra el divino nombre,
tanta blasfema melodia que le robaste a tu flauta de hueso
¿dónde te ha de llevar todo esto, hijo mio?
¿en qué puerto yacerá tu carne cuando la misma luna ya no brille?

Cuando las fieras callen, y una junto a
otra dormiten ocultandose del sol
buscando un poco de sombra y sobras para masticar;
entonces será tu voz hajada la que llore
como un frenético solo de guitarra, como el telón de fondo
de este carnaval de almas devorando almas.
Así como un día tú mismo lo hiciste;
Así como un día serás tú el devorado.

Despídete hoy, hijo mio
jamás será tan tarde como mañana

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mm...

Selenia dijo...

Jamás Será Tan tarde como Mañana..