miércoles, 24 de diciembre de 2008

Feliz Navidad para mi

En toda la casa no se oía ruido alguno, ni el rugir de un león, ni la cabalgata de los caracoles en el jardín que, como cada navidad, celebraban haciendo carreras. Álvaro, luego de una abundante cena pródiga de ensaladas y pastas (sus comidas favoritas), yacía en el sillón de su madre. La música de organo que le había llevado de la mano al encuentro de Morfeo, había concluído. Se contentaba luego de haberlo invocado, con presenciar y compartir con el Gran Misterio. Blasfemo, lanzó un notorio ronquido que resonó en todos los muebles, haciendo crujir la puerta de la habitación donde placidamente dormía su mamá. Preocupado, abrió un ojo y envió a su perrita a vigilar el sueño de su madre. Clementina volvió moviendo la cola y, al llegar a los pies de Álvaro, se dejó caer hacia las profundidades del sueño canino, viajando con velocidad a mundos poblados por ovejeros ingleses y san bernardos, sus favoritos. Álvaro mantenía aún un ojo abierto, con la cabeza pegada al cojín. Miró sonriente a su perrita y se concentró en imitarla. Le estaba costando retomar el sueño, muchos anhelos circulaban por su mente como ninfas descalzas saltando y corriendo entre la hierba en un bosque soleado. El sonido cristalino del caudal de un rio de pronto le robo su atención. Le estaba susurrando, musitando palabras en un lenguaje que no conocía pero sin embargo pleno de significado. Álvaro estaba recostado en la hierba, con sus ojos cerrados. Se sentió asombrado y agradecido de las palabras del rio y con el corazón pleno de alegría, empezó a reirse con fuerza, con libertad. El rio tambien reía, como buen rio, y continuó contandole secretos, hablandole de libelulas, sapos y piedras que le habitaban. Álvaro no entendía con detalle pero intuía lo que en el fondo, le quería decir. Abrió los ojos, levantó su cuerpo, se desvistió y se lanzó al rio. Desnudo buceó por largo tiempo, levantando conchas y apurando caracolos que distraídos conversaban sin avanzar. Desde las profundidades miró hacia la superficie y vió con toad definición como caía un sólo límpido y potente rayo de sol. Nadó hacia él como jugando, sin prisa ni amibición, y al llegar bebió y bebió hasta hartarse la luz del sol y la sal de la tierra. Siguió bebiendo hasta que sintió, primero en el estomago y luego en el pecho, mucho calor. Una bola enorme de fuego estaba a punto de salirsele por el cuello si no hacía algo. Pataleó con fuerza, pues ciertamente le asustaba un poco la idea de que una esfera incandescente traspasara su blanca piel desnuda. Al sacar la cabeza del agua abrió su boca y se sorprendió de no ver ni fuego, ni lava, ni luz siquiera, y en cambio escuchó un sonido tan puro y cristalino como el tañir de una cuerda. Cerró la boca, miró a su alrededor e intentó repetirlo. Abrió la boca nuevamente pero nada pasó. Volvió a cerrarla y al mismo tiempo una pareja de aves parecieron romper en carcajadas, quizás debido a una animada conversación o quién sabe, el simpático espectáculo de un humano desnudo. Álvaro se esforzó por escucharles, incluso comenzó a imitarles tratando de meterse sin ningún pudor en su conversación. Al parecer los pajaros eran un poco pitucos o quizás tímidos, porque , con desdén, levantaron el vuelo. Álvaro se quedó un minuto más flotando cerca de la orilla. De pronto escuchó una hermosa risa catarina. Luego otra un poco más baja. Luego otra y otra más. El corazón le dió un vuelco, dió un par de patadas y en un santiamén llegó a tierra. Caminó con sigilo varios pasos y tras hojas enormes descubrió una cascada rodeada de flores en la que hermosas muchachas nadaban y jugaban. Una tenía un cabello dorado abundante que caía sobre dos pechos como gotas. Otra tenía el cabello rojo además de una cintura estrecha y generosas caderas. La tercera era morena y tenía las piernas más largas y blancas que Álvaro había visto. Boquiabierto contempló esta divina visión un rato, buscando el coraje para acercarse también él a jugar. Pasó un rato demasiado largo en que le daba vueltas a ideas sobre como hacer su entrada triunfal, una que fuera a la vez amigable, divertida, provocativa y respetuosa. En verdad no se le ocurría nada, y cada vez que una vaga imagen venía a su mente y comenzaba a cobrar forma, era devuelto a la babeante contemplación cuando una de las ninfas salpicaba a su compañera o saltaba al agua mojando las flores cercanas y ahuyentando a las aves que también se habían acercado admirar el espectáculo. De repente Álvaro sintió algo sobre su hombro, algo tenue, suave y ligero, casi como el ala de una mariposa o una hormiga caminando " claro -pensó- debe ser algún insecto así que no debo molestarlo ni tocarlo pues, de no medir mis fuerzas tal vez le haga daño". Así que por más que sentía sobre su hombro aquel toque delicado, no hizo caso. "Álvaro -dijo una voz suave y fresca como viento en noche de verano, como luz de luna cayendo sobre un lago, como onda en el agua propagándose en el espacio- Álvaro - dijo una vez más y Álvaro sintió como si cada hueso vibrase en simpatía con esas notas claras que vibraban en su espalda- Álvaro, date vuelta- y Álvaro obedeció incluso antes de comprender el significado de esas palabras, giró sobre su eje, desnudo como estaba y al ver la aparición que estaba parada frente a sus ojos, sintió como si sobre su cabeza se abriese un canal, un túnel por donde de pronto circulaba luz con libertad, como juegan las nubes con las sílfides que en ellas habitan. "Álvaro - dijo una vez más- esto que estás viviendo no es tu imaginación, ni tus deseos profundos, ni un sueño, ni ficción. Esto que ves ahora - y de pronto los ojos de Álvaro fueron cegados con una luz tan clara y fría como la nieve- esto que hueles - y Álvaro sintió sus pulmones y cada célula de su cuerpo plenos con un aire ligero y refrescante como mañana de invierno- esto que sientes - y al decir estas palabras tomó las manos de Álvaro y las depositó sobre su hermoso cabello verde, haciéndole estremecer con tal fuerza y gozo como si de un orgasmo se tratase- Esto que vives ahora, es aquello de lo que tu alma está hecha. Bebe a tus anchas Álvaro, bebe con calma y atención porque esto que bebes es lo que debes transmitir al mundo. Nosotras no somos ninfas, somos musas. Yo soy la Musa de los Gestos, ellas son las Musas del Sonido, la Luz y las Palabras. Toda tu vida hemos escuchado tu llamado y toda tu vida hemos respondido. Sabe siempre que te amamos como una madre ama a su hijo, como una mujer ama a un hombre y como todo Ser ama a su prójimo, el Universo. Siempre que lo desees puedes vernos, solo acalla tu mente y con sinceridad escucha a tu corazón." Álvaro se sintió pleno de una alegría serena. Las Musas le sonrieron y de sus manos dejaron caer besos que viajaron lento por el espacio en el aquel viento helado que estremeció a Álvaro al llegar al sillón donde aún dormitaba.

Era una noche serena, no se oía el ruído de los caracoles al masticar las hojas, ni el murmullo del pasto creciendo y estirándose para alcanzar la Luna. 

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